domingo, septiembre 19, 2010

UNA NOCHE EN LINIERS, BABY

Juan y Silvia regresan a su casa en Liniers luego de haber salido a festejar su vigésimo aniversario de casados. Ella está cansada, quiere irse a dormir; él quiere más, bailar, intimar... Lo que Silvia ignora es que Juan tiene reservada una sorpresa muy especial.
Para romper con la rutina conyugal, Juan contrató los servicios de una prostituta con el fin de hacer un trío. La discusión se instala, ella quiere algo más, no está dispuesta a mantener una relación lesbica sólo para satisfacer el morbo de su esposo, quiere algo que también la satisfaga, aunque no esté del todo de acuerdo con la invitación.
Suena el timbre. Es Carla, voluptuosa morocha que desde el vamos deja en claro que lo suyo es un trabajo y ella es una profesional. La negociación pertinente comienza y Carla le hace saber a Silvia que su esposo Maxi está afuera, esperándola en el auto, y que él también puede formar parte de la "fiesta", por unos pesos más, claro está.
Carla y Maxi ya están en la casa junto a Juan y Silvia, los profesionales intentan calmar a los novatos, invitan al relajo y a dejar que el sexo fluya. Pero no tardan en aparecer comentarios inoportunos que desnudan viejos y nuevos conflictos, para las dos parejas.
En lo formal podemos señalar que estamos ante una obra tragicómica, presentada al espectador en tono de comedia. La puesta no carga las tintas sobre la sordidez que de ciertas situaciones se desprende, y opta por cierta ligereza que devuelva al espectador a un clima más amable. La obra dosifica los conflictos maritales entre situaciones disparatadas, propias de quienes emprenden la empresa orgiátisca por primera vez, y el resultado es más que satisfactorio.
Roly Serrano transita el escenario con seguridad y oficio, su aplomo permite que el personaje fluya sin aparente esfuerzo, y encuentra en Victoria Carreras a una profesional dúctil en el manejo de la comedia y su tempo, capaz de llevar adelante las transiciones de su personaje -fundamentales en el desarrollo y éxito de la representación- naturalmente y con sobriedad. La escultural Ximena Capristo se luce en los aspectos más frívolos de su personaje, mientras que en su costado más humano aún debe lograr más naturalidad para hacerlo creible; sin embargo está claro que "la negra" tiene con qué bancar la parada y posicionarse poco a poco como una figura que puede ir más allá de lo físico. Por otra parte, Gustavo Conti es una grata sorpresa. Su rol de sujeto amoral, vividor y sin escrúpulos le sienta bien, consigue sacarle el jugo y jugar algunas de las escenas más osadas y divertidas.
Es saludable que se ponga en escena una obra de autor nacional, no por chauvinismo, sino por que significa una apuesta ante tanta falsa seguridad que dan los autores extranjeros que inundan la avenida Corrientes. Bienvenido el riesgo entonces, y anímense a pasar una noche en Liners. Se van a divertir.