De la mano de una dupla probadamente eficaz, como son el director y realizador Tim Burton y el actor Johnny Depp, esta versión del cuento de Roald Dahl "Charlie y la fábrica de Chocolate" es más un tour de force de autor que una remake.
El film, que llega a las salas argentinas el jueves 4 de agosto, es una propuesta para todos los públicos, aunque en su trama se deslice más de un planteo complejo, capaz de dejar al público en medio de la reflexión, o varado en el pantano del: "¿qué habrá querido decir?"
No debe haber sido nada sencillo para Burton encarar el desafío de filmar un relato que ya fue magistralmente adaptado a la pantalla grande (Mel Stuart, 1971, con el guión a cargo del propio Dahl), y que ha logrado posicionarse como un verdadero clásico para varias generaciones en todo el mundo.
Sin embargo, con la versatilidad y la solvencia que lo caracterizan, Burton consigue una transición correcta… Incluso se permite algunos agregados, cuya esteticidad visual y narrativa remiten a "El joven manos de tijera".
La historia es básicamente la misma: el excéntrico Willy Wonka, dueño de la fábrica de chocolates más grande del mundo, ha escondido cinco billetes dorados, destinados a cinco afortunados niños en cualquier parte del mundo. Estos niños tendrán acceso a la fábrica, cerrada durante 15 años, y a los secretos que guarda. A uno de ellos, y sólo a uno, le espera un fabuloso premio final…
Entre los esperanzados buscadores está el pequeño Charlie Bucket, que vive con toda su familia en una destartalada casa de las afueras. Charlie apenas recibe un chocolate, en ocasión de su cumpleaños, pero está convencido de que la fuerza de su deseo le hará conocer la fábrica. Y lo logra; pero deberá competir en el proceso con otros cuatro niños: la millonaria consentida, la competitiva feroz, el comilón insaciable y el sabelotodo.
Lo más efectivo de esta historia es, sin duda, el despliegue escenográfico, al cual aportan (sin ahogar) unos mesurados efectos generados por computadora. La transición de los Oompa-Loompas, misteriosas criaturas que mantienen la fábrica funcionando, es uno de los grandes aciertos de Burton; logra aggiornarlos sin que pierdan el protagonismo y la frescura de la versión anterior.
El Willy Wonka de Johnny Depp, resulta al menos chocante en esta versión "pop", a quienes algunos han encontrado sospechosa analogía con Michael Jackson. Este Wonka megalómano, nervioso, egocéntrico e infantil, tiene una profundidad psicológica que lo hace más comprensible para el público adulto. Sin embargo, hacia la mitad de la película logra conectar con su lado auténtico, volviéndose más creíble y accesible.
Con ligeros ajustes sobre los originales y la asistencia en el guión de la viuda de Dahl, Burton consigue algo más que contarnos bien una historia ya conocida… Nos impone una visión personal y lograda, capaz de hacernos ver el mundo de Charlie Bucket con otros ojos.
El film, que llega a las salas argentinas el jueves 4 de agosto, es una propuesta para todos los públicos, aunque en su trama se deslice más de un planteo complejo, capaz de dejar al público en medio de la reflexión, o varado en el pantano del: "¿qué habrá querido decir?"
No debe haber sido nada sencillo para Burton encarar el desafío de filmar un relato que ya fue magistralmente adaptado a la pantalla grande (Mel Stuart, 1971, con el guión a cargo del propio Dahl), y que ha logrado posicionarse como un verdadero clásico para varias generaciones en todo el mundo.
Sin embargo, con la versatilidad y la solvencia que lo caracterizan, Burton consigue una transición correcta… Incluso se permite algunos agregados, cuya esteticidad visual y narrativa remiten a "El joven manos de tijera".
La historia es básicamente la misma: el excéntrico Willy Wonka, dueño de la fábrica de chocolates más grande del mundo, ha escondido cinco billetes dorados, destinados a cinco afortunados niños en cualquier parte del mundo. Estos niños tendrán acceso a la fábrica, cerrada durante 15 años, y a los secretos que guarda. A uno de ellos, y sólo a uno, le espera un fabuloso premio final…
Entre los esperanzados buscadores está el pequeño Charlie Bucket, que vive con toda su familia en una destartalada casa de las afueras. Charlie apenas recibe un chocolate, en ocasión de su cumpleaños, pero está convencido de que la fuerza de su deseo le hará conocer la fábrica. Y lo logra; pero deberá competir en el proceso con otros cuatro niños: la millonaria consentida, la competitiva feroz, el comilón insaciable y el sabelotodo.
Lo más efectivo de esta historia es, sin duda, el despliegue escenográfico, al cual aportan (sin ahogar) unos mesurados efectos generados por computadora. La transición de los Oompa-Loompas, misteriosas criaturas que mantienen la fábrica funcionando, es uno de los grandes aciertos de Burton; logra aggiornarlos sin que pierdan el protagonismo y la frescura de la versión anterior.
El Willy Wonka de Johnny Depp, resulta al menos chocante en esta versión "pop", a quienes algunos han encontrado sospechosa analogía con Michael Jackson. Este Wonka megalómano, nervioso, egocéntrico e infantil, tiene una profundidad psicológica que lo hace más comprensible para el público adulto. Sin embargo, hacia la mitad de la película logra conectar con su lado auténtico, volviéndose más creíble y accesible.
Con ligeros ajustes sobre los originales y la asistencia en el guión de la viuda de Dahl, Burton consigue algo más que contarnos bien una historia ya conocida… Nos impone una visión personal y lograda, capaz de hacernos ver el mundo de Charlie Bucket con otros ojos.
CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE - Apta para todo público. Duración: 113 minutos. Estreno en Ciudad de Buenos Aires: 04 de Agosto de 2005.