En la segunda película de Louis Leterier (El transportador) se abordan temas delicados, como la brutalización del ser humano y el conflictivo proceso de resocialización. Sin embargo, el tono por momentos naïf de la propuesta obliga a preguntarse por qué no se quedó Leterier con la veta de acción y patadas, que es la que mejor le queda. Luc Besson es recurrente en el guión y no se extrañen si este film les recuerda a "Nikita".
Danny es un hombre de 30 años, criado desde edad muy temprana por Bart, un usurero de los bajos fondos londinenses. Cada vez que una cobranza se complica, Bart se limita a quitar el collar del cuello de Danny y ordenarle que ataque… orden que es escrupulosa y mecánicamente cumplida vez tras vez. ¿Qué más se puede pedir de un hombre criado como un perro, durmiendo en un sótano insalubre bajo los pies de su "amo" y saliendo sólo cuando éste necesita llevar a cabo un "trabajo"?
Pero un día Danny conoce a Sam, un afinador de pianos ciego que agita sin quererlo un instinto desconocido dentro suyo. Pronto, Danny sabrá que existe algo más que la vida que conoce, y a la que nunca cuestionó conscientemente.
El tour de force de esta película está dado no tanto por las secuencias en las que Danny va evolucionando (de semiesclavo a ser social, de infrahumano a parte de un núcleo familiar) sino por los flashes que, al parecer, dispararán una escena de acción de un momento al otro.
Así es entonces como la película queda a medio camino entre la posibilidad de una trama de pura acción, y otra de drama progresivo y sensiblero. Leterier no parece encontrar el modo de equilibrar las cosas, y se apoya en la solvencia de sus actores, que encuentran personajes más que interesantes para desarrollar.
Se destaca especialmente Bart, a cargo de Bob Hoskins, como el tutor de Danny desde la infancia. Y por supuesto, el siempre efectivo Morgan Freeman, demasiado (y necesariamente) bueno, el perfecto contraste para el mundo de degradación del que surge el hombre-perro. En cuanto a Jet Li… digamos que le pone el cuerpo a su rol protagónico, intentando una expresividad difícil, limitada por las aristas propias del personaje que le ha tocado en suerte.
En definitiva, DANNY THE DOG es un film para disfrutar con ciertas reservas. Aunque si lo que esperaba era un duro y profundo análisis sobre la bestialización a que puede llegar el ser humano, mejor recurrir a un buen relato de Jack London. Si es "Amor a la vida", mucho mejor.
Nuestra calificación: Este film justifica el 60% del valor de una entrada.
Danny es un hombre de 30 años, criado desde edad muy temprana por Bart, un usurero de los bajos fondos londinenses. Cada vez que una cobranza se complica, Bart se limita a quitar el collar del cuello de Danny y ordenarle que ataque… orden que es escrupulosa y mecánicamente cumplida vez tras vez. ¿Qué más se puede pedir de un hombre criado como un perro, durmiendo en un sótano insalubre bajo los pies de su "amo" y saliendo sólo cuando éste necesita llevar a cabo un "trabajo"?
Pero un día Danny conoce a Sam, un afinador de pianos ciego que agita sin quererlo un instinto desconocido dentro suyo. Pronto, Danny sabrá que existe algo más que la vida que conoce, y a la que nunca cuestionó conscientemente.
El tour de force de esta película está dado no tanto por las secuencias en las que Danny va evolucionando (de semiesclavo a ser social, de infrahumano a parte de un núcleo familiar) sino por los flashes que, al parecer, dispararán una escena de acción de un momento al otro.
Así es entonces como la película queda a medio camino entre la posibilidad de una trama de pura acción, y otra de drama progresivo y sensiblero. Leterier no parece encontrar el modo de equilibrar las cosas, y se apoya en la solvencia de sus actores, que encuentran personajes más que interesantes para desarrollar.
Se destaca especialmente Bart, a cargo de Bob Hoskins, como el tutor de Danny desde la infancia. Y por supuesto, el siempre efectivo Morgan Freeman, demasiado (y necesariamente) bueno, el perfecto contraste para el mundo de degradación del que surge el hombre-perro. En cuanto a Jet Li… digamos que le pone el cuerpo a su rol protagónico, intentando una expresividad difícil, limitada por las aristas propias del personaje que le ha tocado en suerte.
En definitiva, DANNY THE DOG es un film para disfrutar con ciertas reservas. Aunque si lo que esperaba era un duro y profundo análisis sobre la bestialización a que puede llegar el ser humano, mejor recurrir a un buen relato de Jack London. Si es "Amor a la vida", mucho mejor.
Nuestra calificación: Este film justifica el 60% del valor de una entrada.
DANNY THE DOG, ENTRENADO PARA MATAR - Con Jet Li, Bob Hoskins y Morgan Freeman - Guión de Luc Besson - Producida por Europacorp y Steve Chasman - Dirigida por Louis Leterier - 102 minutos - Solo apta para mayores de 16 años - Estreno en la ciudad de Buenos Aires: 06 de octubre.